Dios le continue bendiciendo queridos hermanos.
Gracias a la misericordia de Dios los hombres todavia continuamos haciendo su obra, que que los ataque del enemigo, cada día son más fuerte, pero como dice la Palabra en Exodo 14:14 "Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos".
Aqui le dejo un mensaje que encontré en un tratado.
Posiblemente usted también haya sentido el impacto del letrero que escrito sobre las rocas a los lados del camino, en tirar adhesivas en los automóviles, dice: “Jesús viene, prepárate”, o bien: “El fin se acerca, ¿estás listo? Posiblemente haya sentido inseguridad, impotencia y hasta frustración ante esos mensajes. ¿Cómo puedo estar listo para el fin? ¿De qué manera puedo prepararme? ¿Cómo puedo saber cuándo ya estoy listo?
Cierto día se acercó a Jesús uno de esos jóvenes que “nacen con estrella”. A pesar de su edad era ya muy rico y había logrado éxitos políticos, pues San Lucas dice que era un funcionario1. Sin embargo, ni la riqueza ni el éxito satisfacían sus inquietudes espirituales. Teniendo todo lo que podría pedírsele a la vida, él deseba asegurarse también la vida eterna. Su fervor y sinceridad acentuaban de tal modo su porte distinguido y su presencia juvenil, que le “robo el corazón” a Jesús.2 Su pregunta fue parecida a la nuestra: “¿Cómo puedo obtener la vida eterna?”.
La respuesta de Jesús fue igualmente sincera: “Guarda los mandamientos”. Para asegurarse de que se trataba de los mandamientos que había conocido durante toda su vida, el joven preguntó a cuáles mandamientos se refería. Su primera reacción fue quizás de alegría al percatarse de que se trataba de los mismos. Pero aún se sentía insatisfecho. Sus palabras: “Todo esto lo he guardado desde mi juventud: ¿Qué más me falta?”3 reflejan inquietud e incertidumbre. ¿Por qué pensó que le faltaba algo? Indudablemente creyó en la respuesta de Jesús, pues eran evidentes la sinceridad y seriedad tanto en su actitud, como en sus palabras guardar la ley. La respuesta era correcta. Por sus fuerzas esto era imposible, pero “para Dios todo es posible”. 4 Pensando en sus propios logros, el joven sintió que necesitaba de algo más.
Aunque en Cristo somos salvos,5 por nosotros mismos jamás tendremos la seguridad de que ya estamos listos para encontrarnos con Jesús. Nunca nos graduaremos de la escuela de la santidad, pues ese curso es eterno. Más aún, mientras, más de cerca contemplamos el carácter perfecto de Cristo, más indignos nos reconocemos, más insuficientes nos sentimos, y nos manifestamos en mayor necesidad de su gracia salvadora.
La obediencia legalista de la ley ni salva ni satisface. Sólo se puede obedecer a Dios cuando su Espíritu mora en el alma.
El Espíritu es quien nos impulsa a la obediencia. Hay diferencia entre el obedecer con tal de salvarse y el obedecer como resultado de una relación tan estrecha con Dios que nos permite conocerlo y desear agradarle en todo.
Jesús no dijo que el joven había hecho mal en obedecer. Simplemente sugirió que había obedecido por motivos errados. Le faltaba tener tal calidad de amor a Dios que se reflejase en actos de bondad hacia su prójimo; compartiendo a ver como la fuente de su seguridad. Al quedarse sin nada, le sería más fácil depender enteramente de Dios en vez de depender de las cosas materiales para obtener respeto propio, confianza propia y seguridad social.
El comentario final de Jesús tras la triste decisión del joven nos indica que la receta es de aplicación universal, no sólo para los ricos, El joven se condenó, no por ser rico, sino por negarse a depender absoluta y únicamente de Dios.
¿Desea estar listo para la venida de Jesús? Entréguese incondicionalmente a Dios. Entable una relación constante y agradecida con Jesús. Mientras dependa de él, podrá, por su gracia:
Amar a Dios sobre todas las cosas.
Guardar sus mandamientos.
Manifestar en actos concretos el amor a su prójimo como a si mismo.
Desarrollar una fe poderosa en los méritos de Cristo Jesús, que es lo único que nos hace aceptos ante Dios.
(1) S. Lucas 18:18. (2) S. Marcos 10:21. (3) S. Mateo 19:20. (4) S. Mateo 19: 26. (5) S. Juan 6: 47
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