sábado, 26 de julio de 2014

QUE TAN IMPORTANTE SON? 2DA PARTE

Dios les guie en su caminar

Que tal queridos hermanos en la fe de Cristo Señor Nuestro. Les quiero dejar con la segunda parte de este mensaje que es bien importante, disfrutenlo.


Más valorar, menos castigar
Aunque suene poco romántico, es crucial entender que en la relación de pareja se debe dar para recibir y viceversa. Es decir, nunca deben faltar las gratificaciones mutuas (no hace falta que sean simultáneas) y cada uno de los dos miembros debe apreciar los esfuerzos del otro. De lo contrario, la relación no durará o, si se mantiene, no será nada satisfactoria.

Hay muchas parejas armónicas que hacen esto de manera natural, sin pararse a pensar en que sus interacciones diarias están mucho más basadas en el intercambio de gratificaciones que en el castigo recíproco.

Cuando hablamos de “valorar” nos referimos a premiar (reforzar positivamente) al otro cuando nos “da” algo que nos gusta, con la finalidad de aumentar estas conductas tan beneficiosas para el buen funcionamiento de la pareja. Aquello de “dar sin recibir nada a cambio” suena muy bonito pero, cuando lo que se recibe es un castigo (malas caras, pasotismo, desatención, desdén…) deja de tener su encanto. Lo óptimo es que haya un equilibrio entre dar y recibir.

A simple vista, está muy claro y parece algo normal y sencillo. Pero, si tan sencillo es, si tan fácilmente se entiende que se tiene que valorar a la pareja para que haya una implicación real en el buen funcionamiento de la relación, ¿cómo es que hay tantas personas que no se sienten importantes por sus parejas?; ¿cómo es que otras no entienden que su compañero se queje de que no se siente valorado, cuando creen que hacen todo lo posible para satisfacerle?

La respuesta es clara: porque no se concreta de manera explícita qué es lo que se espera del otro, qué conductas y actitudes se perciben como satisfactorias, qué comportamientos no se está dispuesto a tolerar y qué es lo que nos gustaría que se nos valorase y cómo. Todos estos aspectos quedan implícitos y, al no hablarlos abiertamente, se crean malos entendidos que poco a poco van dando lugar a numerosos conflictos, insatisfacción, problemas de comunicación y quejas continuadas que van deteriorando la relación interpersonal.

En la siguiente situación ficticia, veremos claramente la influencia que los premios y castigos ejercen sobre la relación de pareja:

María, después de un día estresante en el que ha estado muy ocupada (trabajando a media jornada en el laboratorio, encargándose de los niños y haciendo labores del hogar) decide preparar una cena muy elaborada para darle una sorpresa a Lucas cuando llegue por la noche.  Para ella es un gran esfuerzo porque está agotada, pero lo hace encantada esperando que Lucas se lo valore (hacer la cena es la conducta de María, aquello que “le da” a Lucas, esperando recibir un “premio”).

Sin embargo, Lucas cena rapidísimo, sin saborear la comida ni apenas decir nada. María esperaba que su compañero le valorara el esfuerzo, con unas palabras de reconocimiento como: “¡Esto está riquísimo!” y con una actitud cariñosa, estímulos gratificantes que hubiesen hecho que ella volviera a esforzarse en hacer una buena comida en breve y también que hubiese más intercambio de afecto. En lugar de esto, las consecuencias de sus esfuerzos han sido negativas, aversivas: en lugar de un premio, ha recibido un castigo, lo que provoca que deje de elaborar buenas cenas.

Además, María ignora lo que le ocurre a Lucas en esta misma situación de interacción. Y es resulta que Lucas, al llegar a casa cansado después de doce horas de trabajo, ha hecho el esfuerzo de explicarle a su mujer lo mal que le ha ido el día, confiando en ella y su criterio y esperando que le mostrara empatía, le escuchara y preguntara detalles sobre sus problemas laborales. Sin embargo, en lugar de eso, María se ha apresurado presionándolo para que se sentaran a la mesa a cenar, haciéndole caso omiso (la conducta de Lucas de hablar a María sobre el trabajo no ha sido premiada, al contrario, ha sido castigada).

María, por su parte, quería que Lucas valorase su esfuerzo por haber hecho una buena cena, pero tampoco fue capaz de preguntarle a Lucas: “¿Te gusta? He preparado este plato muy ilusionada, a pesar de lo cansada que estaba, porque sé que es uno de tus preferidos”. La consecuencia de estos deseos implícitos que, junto con otros muchos, quedaron coartados es que, día tras día, van disminuyendo los esfuerzos para complacer al otro, de manera que el tópico de “dar para recibir” se convierte en un “no dar y, por lo tanto, no recibir” recíproco que va agriando la relación.

Valorar lo que el otro nos da y, por lo tanto, aporta a la relación. No esperes la perfección y aprecia los pequeños detalles y progresos. Imaginemos que empezáis la convivencia y acordáis que los dos, con el tiempo, sabréis hacer de todo.

Este tema es muy interesante en la relación de pareja, construya una solida amistad con su cónyuge, esto le dará un mayor peso a la hora de expresarse.

Hasta la próxima atalaya. Recuerden ¡Cristo viene pronto! bucale. Shalom

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