martes, 17 de enero de 2012

¡Oh Dios dame paciencia!

La gracias sean dadas desde lo alto de parte de Dios Todopoderoso y de Nuestro Salvador y Señor Jesucristo.

Hola hermanos un grato recuerdo me trae este mensaje que leímos, de la hermana Palomino de devocionaldiario.com, muchas veces me sentí al igual que ella;; a veces confieso que lo siento, Dios pone en cada cual un peso que podemos llevar, solo que a veces nos desconectamos de la situación y vemos el problema más grande que nuestro Dios, pero con todo y eso ÉL tiene el control. Disfruten este escrito que de seguro llenará su espíritu como lo hizo con el nuestro.

“Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; Y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza”.
Romanos 5:3-4


Autora: Hefzi-ba Palomino
Cuantas veces en nuestra vida hemos gritado con toda nuestra fuerza: ¡Oh Dios, dame paciencia! Especialmente cuando nuestros niños nos sacan de quicio; cuando no soportamos un jefe autoritario o estamos en medio de una situación que supera nuestra fortaleza, o atravesamos por un momento difícil en nuestra vida y no sabemos que es una prueba; que el dolor enseña y que la tribulación es la madre de la paciencia y bisabuela de la esperanza.

Personalmente debo reconocer que fui una mujer impaciente, que todo lo quería de inmediato y hasta recuerdo que una vez hasta grité: “Dios mio, dame paciencia, ¡Pero dámela Yaaaa!” Y con el tiempo he venido a comprender que la paciencia es un don necesario para aplicar en todos los procesos de nuestra existencia y que consiste en desarrollar el difícil arte de saber esperar; aprender a confiar en Dios y saber que su preciado fruto, no es otra cosa que la esperanza; esa semillita que nos sostiene cuando creemos que lo hemos perdido todo, que estamos atravesando un seco e inclemente desierto; cuando atravesamos las mas duras pruebas de nuestra vida, incluyendo pruebas de nuestra fe; esa esperanza que no avergüenza, a pesar de las derrotas, porque es el legado y prueba del inconmensurable amor de Dios que ha sito derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. (Romanos5:5)

Y ¿Que podríamos decir cuando la prueba culmina y Dios comienza a devolvernos todo lo que nos ha quitado? Cuando comienzan a abrirse puertas en nuestra vida, podemos recuperar fuerzas o Dios nos hace descansar sobre delicados pasos, como dice el Salmo 23? O cuando decimos: “Diré yo a Jehová; Esperanza mía, y castillo mio; Mi Dios en quien confiare” (Salmo 91:2)

¿Qué diremos cuando El Señor, nos diga, al otro lado del desierto, en el precioso oasis de su paz: “Por un breve momento te abandone, pero te recogeré con grandes misericordias. Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento; pero con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo Jehová tu Redentor” (Isaías 54:7)?

Acaso no nos arrepentiremos y pediremos perdón, por no haber sabido esperar con paz en nuestro corazón y paciencia, en el Dios nuestro y Dios de nuestra Salvación, sabiendo que el Santo de Israel, esta con nosotros en todo momento; cuando estamos felices y cuando estamos tristes, en la angustia, la tribulación y también en la alegría y el gozo? Porque el amor de Dios es real y nada nos separara del amor de Cristo y como dijo el Apóstol Pablo: Nada nos separa de Cristo; ni lo alto, ni lo profundo, ni lo pasado, ni lo porvenir, nada.

La Paciencia es el arte de guardar la paz; de saber esperar; de saber confiar y de cosechar y guardar la esperanza; la esperanza de que la Palabra de Dios es verdad; sus promesas son Si, en Cristo Jesús y que, El santo de Israel y Padre de nuestro Señor Jesucristo, no solo vive, sino que vive en nuestro corazón y nuestro espíritu.

Ser cristiano de verdad, no es “parar de sufrir” como dicen por ahí, es aprender a llevar nuestra cruz con paciencia; es aprender a sufrir como El, sufrió, pero sabiendo que ya no estamos solos y sabiendo que si compartimos sus sufrimientos en la carne, compartiremos también su Gloria en la resurrección. Confía y espera siempre en Dios. El, te dice hoy:

“Por cuando en mi ha puesto su amor, yo también le librare; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocara, y yo le responderé; Con el estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificare. Le saciare de larga vida y le mostrare mi salvación”.
Salmo 91:14-16

Hasta una próxima entrega. Dios le guarde siempre.

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